No queda nada de lo que conocía, ninguna de mis verdades
permanece en pie, ni sus manos son mías desde que decidí abandonarlas ni tú vas
a volver.
Ya nadie me da las buenas noches y me despierta de alguna
que otra pesadilla. Ya no soy de allí y no pertenezco a esto.
Mis letras ya no son un pañuelo, ahora cada palabra es la
voz que no me sale para gritar que las sabanas no me dejan escapar por las
mañanas, porque no hay nadie en estas calles a quien quiera buscar, que me
duelen aquí justito, entre costilla y costilla todas y cada una de las palabras
que no voy a decirte.
Y estoy cansada de no ser yo desde que aterricé, de andar
buscando algo a lo que amarrarme para no sentir que me estoy cayendo por la
borda, de buscarme en los ojos de desconocidos esperando tal vez sentir que no
es una locura lo que no paro de buscar.
“No trates de mover una montaña por alguien que no moverá
por ti una piedra”
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