Le llaman otoño
desde que el jardín de
su piel luce desnudo
y el frío se cala entre sus huesos todo el año.
Le llaman otoño
porque no rompe a llorar
pero tampoco ríe en voz alta.
Otoño, porque el frío o el calor
dependen
del hemisferio de su cuerpo
con el que te piense.
Le llaman otoño
porque pisa las hojas
secas
de aquellas historias que hablan de ti
y que ahora laten por ella.
De ti,
porque vive buscándote en otra
espalda,
porque olvidó escribir de otra cosa.
De ti,
que mides lo justo para
colarte en sus sueños cada noche
y rondar su mente por el día.
Ella solo escribe de ti,
porque no sabe
contar historias
que hablen de ella.
Le llaman otoño
desde el día que te
regalo su nombre
para que siempre lo escondas en la punta de la
lengua.
Y lo beses sin querer en todas las bocas
y lo nombres sin buscarlo en cada frase
y aparezca cuando creas olvidarlo.
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